Por Mauricio Yamuy
Hace 8 años recibí varios llamados telefónicos por mi cumple de 40.
Este año recibí solo la llamada de mi madre y de los amigos íntimos.
Hace 3 años, me llegaron muchísimos mensajes por Facebook e incluso algunos por Linkedin.
Este año, los mensajes por Facebook fueron muchos menos, sin embargo los mensajes de Whatsapp fueron interminables.
En tiempos digitales nos aferramos a cada herramienta de moda y le intentamos sacar todo el jugo.
Pero nos enamorados de una tanto, de nuestra preferida, que como novios recientes nos olvidamos del resto.
La comunicación queda enmarcada a esa herramienta como si fuera la única que pudiéramos utilizar para comunicarnos con el mundo exterior.
Cómo náufragos en una isla desierta pensando solo en encontrar esa botella mágica que permita enviar nuestro mensaje. Negando toda otra posibilidad.
La realidad en la comunicación eficiente es más compleja y variada.
Las herramientas preferidas pueden ser diferentes para unos que para otros. Y además éstas cambian rápidamente y se complementan o solapan y compiten según la situación.
Cuando creemos que alguna se instala vemos que es cambiada por otra o simplemente pierde protagonismo.
Por tanto, nuestra herramienta preferida no necesariamente es la del resto.
No todas las herramientas tienen las mismas fortalezas o son configuradas de la misma forma por el usuario y en algunos casos pierden algunas fortalezas para el objetivo concreto del emisor.
Pensemos, por ejemplo, en el whatsapp original. (Sin la opción llamada).
¿Quién puede discutir su masividad y efectividad?
Voy a citar dos fortalezas solo a modo de ejemplo.
La primera es que estaba pensada directamente para el uso como app de celular justamente cuando el móvil empezaba a tener un protagonismo total en nuestras vidas.
La segunda, tuvo un diferencial simple frente al mail. Una de ellas, que el emisor podía ver en tiempo real cuando su mensaje era leído por el receptor fomentando además así la interacción entre ambos.
Sin embargo, esa característica depende de la configuración del usuario y muchas personas prefieren mantener anónimamente los detalles de sus lecturas y hora de última conexión.
Por tanto, esa ventaja se transforma en relativa ya que no aplica a todos los casos y deberíamos tomar en cuenta esa particularidad cuando le enviamos a alguien un mensaje.
Ahora bien, doy un paso más.
Habiendo destacado algunas virtudes del Whatsapp original y sabiendo que ustedes deben estar pensando en muchas otras, ¿podríamos decir que es la mejor herramienta en todos los casos donde necesito comunicarme con otra persona?
Para mí, la respuesta contundente es NO.
Hay momentos en que se hace imprescindible, más práctico o más útil un intercambio de palabras. Hablar, conversar, discutir. Hacerlo vía la palabra y no como una suma de mensajes donde llegar a un acuerdo.
El ruido es inherente a la comunicación como lo explica la teoría. Y sobre esa base, nada mejor que conversar e intercambiar oralmente y si podemos sumarle video o hacerla presencial mucho mejor aún.
Hablar y ver a las otras personas es imprescindible en muchas ocasiones para que la comunicación fluya y en otras situaciones aporta muchísimo porque agiliza o vuelve más productiva la interacción
Saber elegir la mejor herramienta o la mejor estrategia para cada caso es, hoy en día, el diferencial para una comunicación eficiente.
Tener presente que el canal de comunicación óptimo depende del objetivo que perseguimos, del interlocutor y del contenido elaborado es esencial. No lo perdamos de vista…
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